Como el reloj de arena que intentamos girar justo antes de que caiga el último grano. Inevitablemente fue sucediendo entre pausas y prisas, sin expectativas ni sonrisas. Sin más, dejándose llevar, en un ti sin mi, en un mí contigo. Un continuo camino que no acaba, precedido por más de mil asaltos a la luna para quitarle el brillo y dejarnos a oscuras, que lo preferimos así. Se cerraron los bares donde no admitían más nuestras despedidas, que después vernos sonreír parece que dolía más. ¿Dónde queda el odio y el rencor? ¿Quién se llevó el amor? ¿Fue un ladrón? Hurtaban la felicidad que desprendía de sus fieles ojos. Sus suaves besos que ya no tiene que ver conmigo. O tal vez sí. Dímelo. Que este silencio no para de hablar, y esta diciendo tanto que quizá deba callar. Olvidar la dirección, el camino y el propósito y vivir del aire. Mis odiosas manís compatibles en tus versos escritos en cualquier esquina bajo un mar de estrellas. Mires donde mires solo hay mentiras, exigencias y apenas unas cuantas reglas sin cumplir. Ya no queda nada, solo verbos en imperativos que supongo que son merecidos.
Vamos, que la lluvia no cesa, y nos queda el último tramo. Si ganas tú te dejo marchar, si gano yo, quedas preso en libertad.