No le puedes buscar explicación.

Sensaciones que vas viendo a tu alrededor, que no explicas como pueden ser así, pero lo son. Ves a mil niños corretear por los parques, saludando a los aviones como si ellos desde tan alto los pudieran ver, pero se les ve felices, sonriendo como si en ello les fuese la vida. Más a lo lejos, también en aquel parque, ves a un grupo de ancianos hablando tranquilamente, y también se les ve felices, ves como han pasado todas sus vidas y al final son felices. Si miras un poco a la derecha, encuentras a una pareja de enamorados, o eso puedo pensar, sonriendo, mirándosen a los ojos, diciendo con besos todo lo que pueden sentir, y sí, también son felices. Al otro lado, a la izquierda, pero no muy lejos, se ven un grupo de chicas riendo sin parar, con una litrona en la mano y una sonrisa que resplandecía con los rayos de sol, y ellas, al igual que los anteriores son felices. Y entonces, te miras de arriba abajo, miras todo lo que te rodea, y piensas por qué es así y no del revés. No entiendes el motivo, nunca lo entenderás, y es que las cosas cada vez tienen menos sentido, las situaciones son más extrañas y sientes distancias de kilómetros donde sólo hay centímetros. ¿Qué sentido tiene entristecer? El esfuerzo por una sonrisa ajena es algo que no se pide pagar, pero que ayuda que lo agradezcan. Porque a veces no siempre un "no" es negar, y un "sí" estar conforme, porque muchas veces un "vete" es "no me dejes nunca" y un "quedémonos" es un "no aguanto más". Porque los besos saben mejor dependiendo de que labios los den, y las sonrisas no siempre se contagian. Porque a veces un golpe duele más por dentro que en el exterior. Porque muchas, muchas veces, la impotencia te condena y te tienes que marchar. Porque siempre, o casi siempre, viene bien sentir esa ráfaga de aire que trae consigo todo aquel cariño.